Pienso que acá soy una excepción (– al menos una de ellas). Primero: soy una aficionada total, nunca estudié fotografía, pero me gusta hacer fotos. Me regocija y me desconecta. No es mi profesión, y probablemente nunca la será. Mi acto de fotografiar se reduce al hecho de que algo me gusta y su registro me es imprescindible, aunque se han dado casos en que lo hago en base de planes previos. Cuando visiono imágenes de otros tampoco las analizo técnica y profesionalmente, tan solo me baso en lo que me hace sentir, lo mismo que en el caso de mis fotos.
Fue mi padre quien por primera vez me puso en mis manos una cámara tipo Smena, con ella registré a mis padres, con resultados pésimos, pero en aquela entonces siendo una niña me sentí orgullosa con ella. Todo ello me hizo mucha gracia, mas la cámara con poca frecuencia retornó a mis manos. Luego al paso de largos años me encontré un llamado a concurso cuyo tema era el agua. Me acordé que en ese tema tenía algunas fotos utilizables, así que entré al concurso y logré el primer premio. Más adelante en otros temas también logré clasificarme que siguió aumentar mi entusiasmo de aficionada.